Cuando conoces a Mario te das cuenta de que las diferentes especies que coexisten en el Zoo no podrían estar en mejores manos. Lleva 33 años trabajando aquí y conoce hasta el último detalle. Entrañable y trabajador, llegó en el año 76 (“ha llovido mucho”, recuerda) y, a día de hoy, sigue entusiasmándose cada día. “Que no lo oiga mi jefe, pero pocos días trabajo. Normalmente vengo y me divierto”.
Mario es el encargado de organizar, supervisar y resolver todos los problemas que surgen con los animales. Exceptuando el área de Aves rapaces, el Delfinario y el Aquarium, todo lo demás tiene que tener su visto bueno.
Mario siempre fue un enamorado de los animales. Él domaba a sus propios caballos y cuando llegó al Zoo se sentía casi como en casa aunque, lógicamente, con la particularidad de que aquí tenía que tratar con animales salvajes. “No es lo mismo trabajar con un caballo que con un rinoceronte”, aclara.
Empezó a aprender los detalles de cada especie y los cuidados que necesitaban. “Tuve mucha suerte porque siempre disfruté de puestos que me gustaban”. Su primer cargo de responsabilidad fue con los felinos, trabajando con tigres, leones… “Fue una experiencia realmente bonita. Eran animales con los que nunca había tenido contacto y aprendí mucho”, asegura.
Pero sin lugar a dudas, lo que marcó un antes y un después en su vida profesional fue la llegada de los pandas a los que se encargó de cuidar durante 14 años. Entre ellos estaba Chu-Lin, quien se convirtió en el emblema del Zoo. “Jugaba con él, le criaba y ayudaba a que no notase la ausencia de su madre, pues ésta murió cuando él era muy joven. Presencié todo el trabajo que se hizo con los panda: la inseminación artificial, el embarazo de Shao-Shao…”.
Cuando le preguntamos sobre los momentos más duros, el rostro se le ensombrece: “La muerte de animales. Empecé siendo un niño y he hecho de este trabajo mi vida”. La muerte de Chu-Lin fue especialmente dura y le costó recuperarse. “Eso se compensa con el nacimiento de otras crías”.
Ahora, los Panda tienen que compartir el corazón de Mario con otras criaturas que se han convertido en sus ‘niños’: los elefantes. Cuando tiene un hueco se dedica a su entrenamiento médico para evitar que sus 4000 kilos de peso repercutan en sus pies. “Toda paciencia es poca”, aclara.
Después de 33 años, Mario ha sido testigo de los grandes cambios que el Zoo ha experimentado a lo largo de tres décadas: “Sobre todo en cuestiones de seguridad e instalaciones. El actual Zoo es un ejemplo de Zoo moderno que cuida al máximo todos los detalles relativos al bienestar animal y al manejo de los animales que exhibe".
Sin lugar a dudas, él es el claro ejemplo de que con constancia y buen trabajo se puede llegar muy alto, pues comenzó como ‘correturnos’ y ahora es una de las figuras más importantes del Zoo. La humildad es una de las principales cualidades de Mario y es que, cuando echa la vista atrás, no deja de decir que, “por casualidad”, ha llegado hasta donde ha llegado.
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