Con un aspecto muy parecido a un Husky, el lobo ártico (Canis lupus arctos) es un animal sorprendente que habita principalmente en una de las regiones más inhóspitas de la Tierra: el ártico canadiense. Pocos mamíferos son capaces de soportar los meses de oscuridad y las bajas temperaturas de este hábitat, donde el termómetro no supera los 22 grados bajo cero.
El lobo ártico pertenece a la familia ce los cánidos y es también conocido como lobo polar o lobo blanco por su largo y blanco pelaje. Es uno de los lobos más grandes que se conocen. Su altura varía de 63 a 78 centímetros y su peso medio es de 45 kilos, aunque se han llegado a encontrar ejemplares de hasta 80 kilos.
Para protegerse del frío extremo, el lobo ártico posee dos capas gruesas de piel. La capa externa forma una barrera impermeable y se hace más gruesa cuando se acerca el invierno. Para caminar sobre el suelo helado, sus patas están preparadas para equilibrar su peso y mantener un buen agarre sin hundirse.
El lobo ártico necesita extensos territorios para encontrar comida suficiente, espacios que delimitan y defienden con marcas olorosas y aullidos. Cazan en manadas organizadas en torno a una rigurosa jerarquía social donde el macho y la hembra alfas son los jefes. Los toros almizcleros y los caribúes son los principales sustentos de estos lobos, los cuales pueden llegar a recorren extensiones de hasta 2.000 kilómetros cuadrados en busca de su presa. Como curiosidad, son capaces de comer más de nueve kilos carne de una vez gracias a sus afilados dientes y grandes mandíbulas.
La escasez de alimentos junto a la caza y la pérdida de hábitat son las grandes amenazas a las que se enfrenta esta especie en peligro de extinción. Sin necesidad de viajar al Ártico, el Zoo Aquarium de Madrid ofrece una oportunidad única para observar a este lobo de cerca y aprender sobre su vida.