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El Aquarium del Zoo de Madrid celebra su vigésimo quinto aniversario “recuperando” a uno de sus animales más emblemáticos: el mero gigante (Epinephelus lanceolatus (Bloch, 1790).
El 13 de julio del 2006, el Aquarium adquirió a un importador francés un ejemplar juvenil de mero gigante (Epinephelus lanceolatus) de unos 30cm de longitud.
Cuando son juveniles, estos meros tienen un patrón muy llamativo en el que se mezclan zonas de color negro, blanco y amarillo. A medida que crecen, estos colores se pierden y adquieren una tonalidad oscura uniforme. A pesar de esto, el mero sigue siendo muy atractivo ya que este animal puede alcanzar los 270cm de longitud y los 400kg de peso, lo que le confiere un aspecto imponente y un carácter muy apacible.
Con una amplia distribución por gran parte del Indo- Pacífico, a este mero se le puede llegar a encontrar a los 100m de profundidad aunque prefiere aguas más someras y siempre ligadas al arrecife donde se alimenta de peces, pequeños tiburones, crustáceos y cefalópodos.
A los meros, como a las morenas, les encanta refugiase en cuevas, por eso y tras pasar el habitual periodo de cuarentena en el Aquarium, se trasladó este animal el 12 de septiembre del 2006 al acuario de meros y morenas de 18.000L, en el que pronto se convirtió en la estrella debido a sus atractivos colores.
Al cabo de 2 años, el equipo técnico del Aquarium decidió que era el momento adecuado de trasladarlo a un tanque mayor pues había doblado su tamaño. Así, el 17 de enero de 2008 se decide trasladarlo al acuario de las tortugas de 164.000L en el que podría seguir creciendo in problemas. Para que el mero se encontrase a gusto en su nuevo emplazamiento, el equipo técnico dispuso varias cuevas artificiales en diferentes puntos del tanque. Sin embargo y al poco tiempo del traslado, el mero encontró una apertura que le permitía pasar a la zona posterior del decorado, donde pasaba la mayor parte del tiempo. Desde entonces, únicamente salía de su escondite para comer.
Como la apertura tiene un tamaño limitado, el mero empezó a mostrar arañazos en los laterales del rostro. A partir de ese momento, se intentó enseñar al mero a comer al oir el sonido de un sonajero que los acuaristas hacen sonar durante la alimentación.
Aprovechando una de estas alimentaciones, el pasado 23 de julio, y mientras el mero estaba distraido comiendo, un acuarista se introdujo en el tanque para taponar con rocas la entrada que el mero usaba para esconderse. Desde ese momento, el mero, ahora ya con una longitud aproximada de 130cm y extraordinariamente corpulento, se encuentra permanentemente en el “exterior” del acuario para deleite de todos los visitantes.