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Las tortugas ocupan un lugar muy especial en el libro record de los Guiness por su longevidad. Es el caso de la especie Astrochelys radiata ¡Llegó a vivir 190 años! Otra tortuga famosa por su longevidad fue una especie de las Galápagos de Charles Darwin llamada Harriet. Nació en 1830 y murió el 25 de junio de 2006. Vivió 175 años.
La media de edad de las tortugas que habitan en las islas Galápagos, las Chelonoidis nigra, ronda los 80 años, aunque pueden llegar a vivir hasta 120 años. Son las especies más longevas. También hay especies de tortugas que llaman la atención por su gran tamaño. Es el caso de las tortugas laúd. Se conoce un ejemplar que llegó a pesar 752 kilos.
Todas las tortugas cuentan con un caparazón que protege su cuerpo. La característica más importante del esqueleto de las tortugas es que una gran parte de su columna vertebral está soldada a la parte dorsal del caparazón. La vista, el olfato y el tacto de las tortugas están muy desarrollados, cosa que no sucede con el sentido del oído.
Como curiosidad, es habitual creer que las tortugas marinas lloran. Lo que a primera vista parecen lágrimas son en realidad la sal del agua de los mares que liberan a través de los ojos. Al igual que todos los reptiles, las tortugas son animales ectotérmicos. Esto significa que su actividad metabólica depende de la temperatura externa o ambiental.
Algunas de las especies más sorprendentes son la Tortuga carey (Eretmochelis imbricata), en peligro de extinción; la Tortuga boba (Caretta caretta), de aguas tropicales; y la Tortuga verde (Chelonia mydas), la mayor de las tortugas de caparazón duro. Todas ellas las podemos encontrar en diferentes zoológicos del mundo, como es el caso del Zoo Aquarium de Madrid, donde viven apaciblemente con el resto de reptiles y especies marinas.