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Primo del armadillo y del perezoso, el Oso Hormiguero es uno de los mamíferos más antiguos del planeta. Y de los más extraños, también: su peculiar y prolongada cabeza, rematada por una pequeñísima boca, le confiere un aspecto muy reconocible.
De hocico largo sin dientes, orejas pequeñas y pelaje tupido, es originario de la parte central y sureña de América (si bien ha desaparecido de algunos países en Centroamérica). Su hábitat natural es variado: ha vivido en bosques húmedos y secos, áreas pantanosas, sabanas y pastizales.
Consume miles de hormigas al día. De hecho son éstas, junto con las termitas, las que determinan el territorio en el que viven. Eso sí, son selectivos: de las cientos de especies existentes, solamente escogen cuatro o cinco tipos de hormiga. Al poseer un olfato fino, es capaz de localizar con facilidad sus presas favoritas, a las que alcanza excavando el suelo con sus potentes garras.
La reproducción del Oso hormiguero no es estacional. La gestación se desarrolla a lo largo de 190 días, tras los cuales nace una cría. Apenas nacida, ésta se agarra con sus uñas al pelo de la madre para trepar hasta su lomo, donde permanece durante un año. Pasado este tiempo, se separa de ella para comenzar a explorar el entorno en soledad.
Los osos hormigueros no parecen tener contacto entre sí: normalmente se dedican a recorrer vastas extensiones para alimentarse, y solamente se relacionan entre ellos en época de apareamiento.