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El Mapache es un mamífero de la familia de los Procyonidae y original de América (su distribución va desde Canadá a Panamá).
Su hábitat comprende lugares con árboles, cercanos a algún depósito de agua o curso, o manglares costeros; es una especie que se ha adaptado perfectamente a zonas urbanas.
Su peso medio es de siete a ocho kilogramos, pero ha llegado a alcanzar los 28 kilogramos.
El pelaje es gris tirando a negro, en ocasiones rojizo y marrón, aunque son la cola anillada y el “antifaz” en el rostro sus características físicas más reconocidas.
El Mapache posee una ancha cabeza en la parte posterior, hocico puntiagudo y pulgares no oponibles; sus patas están provistas de cinco dedos con garras curvadas, no retráctiles, mientras que las plantas de las patas son desnudas y planas. Las extremidades anteriores, más pequeñas y hábiles, le sirven para agarrar comida (de hecho, está considerado “el rey de los ladrones de basura” en algunas ciudades de Estados Unidos); las posteriores, soportan el peso.
El macho suele ser más grande que la hembra, que tiene cuatro pares de mamas. El mapache del norte también es de mayor tamaño que su hermano sureño.
Al ser un animal urbano, es muy habitual verle en los basureros de la ciudad, e incluso en las cocinas de las casas. Su gran timidez no le impide rebuscar en alacenas, abrir frigoríficos, paquetes y envoltorios (algunos han llegado a emborracharse con vino); pueden ponerse muy agresivos si sufren el acoso de humanos o animales domésticos.
Su dieta es omnívora, los mapaches comen crustáceos, cangrejos, artrópodos, ranas, peces, nueces, semillas y bayas. Sin embargo, dado su carácter omnívoro y carroñero, la alimentación del Mapache incluye todo tipo de víveres.
La reproducción de los mapaches estadounidenses se extiende de diciembre a agosto. Los emparejamientos se producen, sobre todo, de febrero a marzo, mientras que los nacimientos tienen lugar de abril a junio. Las hembras son las que se quedan al cuidado de las crías, que se independizan al finalizar el verano. Pese a que no hibernan, pueden llegar a aletargarse si el invierno es severo.